Origen de los Balnearios

Origen de los Balnearios

 

El origen de los balnearios

En la antigua Grecia ya se utilizaban las aguas termales, aunque fue durante el imperio romano cuando se crearon los primeros baños de origen público. Se considera a Agripa, mano derecha del emperador Augusto, como el impulsor de las aguas termales ya que él construyó las primeras grandes termas romanas públicas en el año 25 antes de Cristo. A partir de ese momento todos los gobernantes posteriores competían por ver quién hacía las aguas termales más lujosas.  

El termalismo en la antigüedad se diferenciaba por espacios de baño: 

Baños públicos. Conocidas como “balneas thermas”, se realizaban en casas de baño con carácter vecinal. 

Baños privados. Se denominaban “Balmes” o “balneum”. De las que disfrutaban los altos cargos de la sociedad y servían para separarse de la “plebe”. 

El recorrido que se hacía en los baños públicos era el siguiente: primero se accedían a las salas con aguas tibias, llamadas caldarium, y se realizaban rituales de limpieza con aceites esenciales; después, se pasaban a las frigidarium, con agua fría. Los balnearios antiguos tenían todo tipo de actividades de ocio dentro de su recinto, ya que contaban con salas de masajes, salas de juegos y tratamientos para la piel. Los romanos los usaban para fines sociales.

 

Repaso histórico de los balnearios más antiguos

A lo largo de la historia, han sido muchas las termas que se han construido, pero vamos a destacar las que en la actualidad se conocen como las más importantes:

Termas de Caracalla. Construidas en Roma en el año 216 d.C. bajo el imperio de Caracalla. Tenía una capacidad de 1.600 usuarios y contaba con sistemas efectivos de abastecimiento, calefacción y desagüe. Estas termas romanas estaban revestidas en mármol y tenían varias obras de arte en su interior, como la escultura del Toro Farnesio o la escultura del Hércules Farnesio. Dejaron de utilizarse en el año 537, cuando los bárbaros destruyeron los acueductos gracias a los cuales se abastecían de agua. La Estación de tren de Pennsilvania (EEUU) o la Asamblea Nacional de Bangladesh (India) se han inspirado en estas termas para su construcción.

Termas de Diocleciano. El emperador Diocleciano construyó en Roma en el año 395 estas termas con una capacidad para tres mil personas. Estas termas estaban cubiertas por ladrillo, mármol y estuco y destacan por la cantidad de mosaicos de sus suelos. Estaban orientadas hacia el sudoeste para que el sol calentara de forma natural el caldarium, independientemente del frigidarium. Se utilizaron hasta 537, cuando los godos interrumpieron el flujo de agua que las abastecía. La Basílica de Santa Maria degli Angeli e dei Martiri, construida por Miguel Ángel y la Iglesia de San Bernardo de alla Terme están construidas sobre las bases de estas termas. 

La Fuente Santa (islas canarias). Esta fuente de aguas termales pronto obtuvo fama como milagrosa. En la Edad Moderna se llegaron a exportar sus aguas al nuevo mundo como alivio de enfermedades como la lepra, la gota y la sífilis. Además, muchos enfermos de Europa y América las visitaban. Tienen una temperatura de entre 45 y 60ºC y son ricas en minerales y azufre. Debido a la erupción del volcán de San Antonio en 1677, la fuente quedó desaparecida durante más de 300 años, hasta los años 90 del siglo XX. 

 

El origen del balneario de Canena

Los romanos fueron los primeros que disfrutaron de las aguas termales de Canena (Jaén) y construyeron bañeras de puro mármol blanco que aún hoy se conservan en el Balneario. El agua que emerge del manantial de San Andrés, nombre que también representa al balneario, tiene una temperatura de 21ºC. Estas aguas son bicarbonatadas, sulfatadas, sódicas y potásicas de mediana mineralización e hipotermales. 

Como ya sabrás, el termalismo en la antigüedad ha ido evolucionando hasta encontrar el poder curativo de las aguas termales. Las de Canena se utilizan para el tratamiento de afecciones crónicas respiratorias, estreñimiento y enfermedades reumáticas y degenerativas. Además, los romanos las utilizaban para mejorar los problemas de estómago, riñón, artrosis o regular el ciclo menstrual de las mujeres. 

Estas aguas están autorizadas por la Real Orden desde 1853. En 1948, el manantial de Canena fue declarado con aguas minero-medicinales y de utilidad pública. En la actualidad, las aguas termales donde está situado nuestro balneario han obtenido el certificado ISO 9001.

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